¡Ah, men!
En los cruciales tiempos que vivimos, todo cambia a velocidad vertiginosa, pero la principal transmutación se produce, quizás, en el lenguaje. Hasta los limosneros tienen que actualizar su discurso a la actualidad.
Lugar de la acción: un medio de transporte. Sube un hombre joven, campera que si no es de cuero puede ser una buena imitación, zapatos. Requerida la pertinente autorización al señor conductor, y concedida que fué, se dirige al sufrido pasaje, con tono enérgico, en estos términos:
-Disculpen la molestia
-Con todo el respeto que ustedes me merecen («respeto» es el último grito de la moda en materia verbal)
-Tengo que mantener a mi madre y a mi hermana (sigue una fatigosa descripción de todas las dificultades que esa situación le trae aparejada)
-No me discriminen (insólito pero muy actualizado toque social)
–Ayudenmen, colaborenmen (toque solidario, con comprensibles faltas de pronunciación y neologismo incluídos)
Y como cierre de la exhortación, en forma efectista pero muy eficaz, abre los brazos, levanta los ojos al techo del colectivo, y canturrea plañideramente:
-Aaameeen…