Cantar todo
A esta altura de los acontecimientos, los argentinos estamos como Gene Kelly en la película aquella: en la calle, soportando el feroz chubasco, chapoteando en los charcos, y… sin paraguas. Pero, además de todo esto ¿podremos todavía cantar?
En la inmensidad de la pampa, el gaucho emblemático empieza con:
«Aquí me pongo a cantar
al compás de la vigüela, (…)»
Porque las cosas nunca fueron fáciles. Mientras en Europa, Charles Trenet voceaba su alegría con «¡Je chante!», aquí Enrique Santos, muy a lo Discépolo, clamaba «¡Soy una canción desesperada!»
En la época del optimismo, Armando Tejada Gomez grita al viento
«Canta conmigo, canta,
hermano americano…»
Y María Elena Walsh evoca
«Cantando al sol como la cigarra
después de un año bajo la tierra,»
Pero el optimismo se esfumó. Ahora, quizás tengamos que volver a escuchar a Martín Fierro, que redondea así su pensamiento:
«(…)que al hombre que lo desvela
una pena estrordinaria,
como l’ave solitaria,
con el cantar se consuela.»