Comer o no comer
En estos azarosos tiempos que nos toca vivir en nuestro país, tuvimos oportunidad de ver algunas películas de producción nacional, que tienen una curiosa característica en común. Me refiero a «El hijo de la novia», «Esperando al Mesías», «Herencia» y «Bolivia».
En la primera, el padre (Alterio) y el hijo (Darín) son dueños de un restaurant, el cual, luego de diversos avatares, es vendido; pero los protagonistas, fieles a su vocación, insisten e inauguran uno nuevo. En la segunda nuevamente Alterio, esta vez como judío con «kipá» permanente, regentea algo así como un restaurant, se supone que con comida «kasher». En la tercera la protagonista (Rita Cortese) es dueña y cheff de una especie de restaurant-bodegón. En la última, un desocupado boliviano se incorpora como maestro parrillero al restaurant en el que se desarrollan las acciones.
A esta lista se podría agregar, en otro plano, a «El asadito», en la cual los personajes, mientras desgranan sus problemas personales, se dedican concienzudamente a preparar y manducar al susodicho asadito.
Esta, llamemosle «tendencia», a que obedece? A angustia oral? O a que los realizadores criollos adhieren, consciente o inconscientemente, a nuestro popular dicho «si hay hambre que no se note»?
Los expertos cinematográficos tienen la palabra.