Los blues del weblog
Esta ciudad de Buenos Aires (mi Ciudad), como todos saben, fue oportunamente fundada, luego fue cruelmente arrasada, y luego, empecinadamente, renació de sus cenizas, y fue refundada para persistir (vasco tenía que ser el segundo Fundador).
Filósofos, sociólogos y otros pensadores sin marca en el orillo ya reflexionaron sobre el sino argentino de construir trabajosamente, destruir sin ton ni son, y luego, con melancolía bien criolla, intentar reconstruir. “Es la guerra y la demolición / arrasando paredes y calles” dice nuestra pensadora-poeta.
También las publicaciones, como no, aparecen, impactan, decaen, simulan desaparecer, y luego, como en un truco mágico, hop, helas aquí nuevamente, vivitas y coleando. Quien mas, quien menos, hubo y hay varias, y muy prominentes, que lucieron el cartelito “2ª. época”.
Este weblog, con toda su modestia, y quizas para no ser menos, no pudo eludir el periplo señalado: apareció un día de San Fermín, se mantuvo apretando los dientes, y “el dia menos pensado” alguien, del otro lado del globo (¡maravillas de la Red!) bajó una palanca, y mi tan cuidado weblog se esfumó en la nada. “Había que tener una vacap”(¿?) dictaminaron los entendidos.
Pero, sobre el pucho, mis padrinos en Internet, Diego y Esteban, pusieron manos a la obra, y recurrieron al Tío Google (que es una especie de Gran Cartonero Universal), y, síseñor, el Tío tenía, en uno de sus millones de bolsillos, mis articulitos, un poco ajados por el trajín, pero sanos y salvos.
Ahora están otra vez a disposición del que quiera, y yo espero poder retomar esta tarea de escribir mensajes y tirarlos al mar dentro de una botella, a la espera que alguien los encuentre. Y recemos para que Santa Internet me proteja, y la Divina Red me ampare.
Y, como titulamos esta notita con influencia foránea, la cerramos con el muy criollazo grito folklórico:
¡Se va la segunda!